sábado, 26 de diciembre de 2009

A mí no me canta Marilyn


Estuve de cumpleaños. Es raro estar de cumpleaños. Otra de esas cosas en la vida que nunca son como te dijeron que eran. Extrañamente, y quizás por alguna deformación infantil de la que los padres son culpables, uno cree que debe estar entre los 5 mejores días del año. Craso error.


No sirvo para estar de cumpleaños. Nunca he tenido la capacidad de levantarme y decir: “Ok, voy a hacer de este día un buen día”. Generalmente sólo pasa, de la misma forma en que pasan los días de mierda. Cualquier plan es infructuoso, deprimente y desilusionante. Y claro, siempre es iluso pensar que un día donde eres el centro de atención, al menos en tu círculo u octágono más cercano, podría resultar si quiera interesante.


Cumplí 24 años y debo llevar cerca de 14 tratando de encontrar algo que hacer mientras te cantan con las llamas diminutas de las velas amenazando tus cejas. Mirar la torta, leer lo que dice, mirar a los que te rodean mientras cantan una canción imposible de cantarse afinadamente, sobarte las manos, cantar de repente, desafinar, dejar de cantar, sonreír, rascarte la cabeza, decir gracias mil quinientas veces con un tonito estúpido y aún no termina la canción. Termina, abrazos, otras mil veces gracias. De verdad me intriga que la canción de cumpleaños sea tan fea.


Por suerte, tengo una hermana melliza y puedo hacer como que le canto a ella y me ahorro ese momento incómodo. Pero después vienen las fotos. ¿Qué fotos hay que sacar para un cumpleaños? Como mi cámara es la que se usa siempre, soy siempre el que saca las fotos y para los cumpleaños es siempre lo mismo. Fotos de la torta, del que la sostiene, del cumpleañero con cara de “qué cresta hago mientras me cantan, mejor sonrío” y abrazos. Las fotos de abrazos son horribles. Si se te llega a ver la cara, sales con los ojos cerrados, cierta mueca de pena en la boca y las cejas levantadas. Espantosamente mal. No hay buen ángulo para una foto de un abrazo.


En mi casa, y supongo que en varias, se celebran los cumpleaños el día anterior, para esperar las doce y cumplir con el ritual de las sonrisas y las fotos con mal ángulo. Eso hace que el día de tu cumpleaños no sea muy interesante. En el cine puedes entrar gratis a ver una película, pero ninguna que sea estreno. Que estafa. Pero así como se celebran las tragedias, uno debe recordar el día en que llegó a este mundo bañado en entrañas. Es una forma de decirle al culpable que no hemos olvidado la que nos hizo.


Por esto, el día de mi cumpleaños hago una fiesta e invito a todos los que se me ocurra. Porque si la gente lo pasa bien, por osmosis uno debería tener un buen rato. No importa ser el mozo en jefe de tu fiesta, ni que algunos de los que querías que estuviesen ahí no estaban, o al revés, o que ella se haya ido temprano, o que lavaste vasos hasta las 10 y media de la mañana, o que se llevaron a tus amigos presos por abrir una cerveza en la micro, o que al día siguiente es navidad y tienes que estar presentable aunque se te caiga la cara a pedazos. Como dice mi amiga Vero, si tú eres feliz, yo soy feliz.


Gracias a todos los que hicieron de ese día un buen día. Es lindo ver como la gente que te quiere trata de hacerte las horas menos incómodas y más interesantes. Gracias por los regalos a los que trajeron, creo que este año hubo varios muy dedicados y eso sorprende y se agradece. A los que no, no importa. Les llevaré alguna botella de algo para sus cumpleaños y me las tomaré yo mismo. Difícil es encontrar un regalo que valga más que mi presencia ¿no?. ¿O no? ¿Ah?.... ¿No?


Como cada año, las expectativas no fueron cumplidas. Pero si debo hacer aspaviento de la sabiduría acumulada en estos 24 años, debo decir que las expectativas están sobrevaloradas. Igual que los cumpleaños.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Nuevo Proyecto

Encontré un poco irresponsable esto de andar abriendo y cerrando blogs así como así por la vida. Más aún cuando trato de darle periodicidad e hilo conductor a esta práctica tan entretenida para mí.

El blog anterior seguirá vivo, pero con un formato distinto, algo que quería hacer hace tiempo pero que por ahora descansaba entre cuadernos y servilletas. Vísítelo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Estado de Intemperancia


Lo primero es pedir disculpas por las molestias que devienen de un cambio de nombre. Es como cambiarse de casa, de teléfono, de mail, de sexo y no avisarle a nadie. Es obligar a la gente a realizar trámites molestos, latosos, e irrelevantes, como actualizar la lista de contactos, anotar un Gmail en vez de un Hotmail, o dejar de llamarte Pedro para empezar a decirte Yamilé, con su respectivo beso en la cara en vez de un apretón masculino.

Pero en esta ocasión lo vale. Fueron años de buscar un buen nombre que me llenara, que englobara un concepto, una idea. Tenía que ser un lugar amplio, pero que no perdiera el hilo de una serie de historias que si bien parecen al azar y antojadizas, no son más que el escamoteo de un libro, escenas de una película, palabras de una oración que está en proceso.

Todo partió con el “escri-viviendo”, que con el paso de los años se me hizo demasiado cursi, aunque no deja de verse entretenido, por eso aún lo conservo. Luego, “ynoeraunapipa” me pareció interesante y sugerente. Un nombre que plantea un desafío, que tiene una historia más allá de esas cinco palabras sin espacio entre ellas. Pero siento que pequé de pelotudo. Ese típico wueón que habla de cuestiones trilladas haciéndose el interesante. Y no es que no lo sea, pero no hay para qué hacerlo patente en una dirección electrónica.

¡Estado de Intemperancia! ¿No les suena genial? ¿Notan el juego de palabras? No pude evitarlo. Conversaba con una chica sobre un video poco digno de nuestras personas en una noche santiaguina cuando comenté lo divertido de su estado de intemperancia, refiriéndome a los efectos de los brebajes dionisiacos en la mente humana y el sistema nervioso central cuando vi esas tres palabras escritas. Pensé inmediatamente en este blog. Corrí por Internet para ver si a nadie se le había ocurrido y fui feliz cuando mi cambio de nombre fue aceptado. Lo había encontrado.

La intemperancia es la falta de Templanza, una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la Justicia, la Fortaleza y la Prudencia. La templanza es la capacidad de manejar los impulsos que nos atraen a los placeres terrenales, es la razón sobre los instintos. Y es que esto se ha transformado en una misión complicada. Si no lo fuese, este blog no existiría, por lo de más.

Así que, ante la muerte del Estado-Nación y la dictadura del racionalismo y la vida moralista y políticamente correcta, bienvenidos al Estado de Intemperancia. Ensucie sus pies antes de entrar.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Me quedo con la princesa

Todo empezó un domingo por la tarde, a eso de las 15:00 horas, cuando en mi casa el ajetreo de la semana se traduce en no cocinar y comprar comida preparada. Por lo general hay dos opciones: ravioles o comida china. Y ese domingo fue lo segundo. Son años de la misma rutina, el mismo pedido, el arrollado cantonés, la carne mongoliana, el unan, el arroz graneado y los wantan. Pero ese domingo mi papá quiso sorprendernos y por primera vez nos trajo galletas chinas. Sí, las mismas que uno ha visto en las películas, galletas de la “suerte”. Y cuando crujió la mía, esa sobremesa de domingo se llenó de risas.

Los chinos son exagerados para todo. Es el país más grande de Asia y el más poblado del mundo, con más de 1.300 millones de habitantes. Son el cuarto país más extenso, después de Rusia, Canadá y Estados Unidos, pero les aseguro que se encargarán de eso luego. También es la nación con más países fronterizos, con catorce vecinos y el más exportador de este año que se nos escapa. Suma y sigue.

Si a alguien se le ocurre inventar algo, los chinos lo hacen más barato, en mayor cantidad y la mayoría de las veces más pequeño. Y qué decir de la muralla China. Ya lo dije, los chinos son exagerados para todo, pero esta vez se superaron.

Es cierto que en términos de relaciones no se puede decir que lo mío sea exitoso, hace mucho tiempo que este aspecto de mi vida no deja de definirse desde la anécdota. Pero les digo, amigos chinos, no es para tanto.

Yo los entiendo. Ustedes son prácticos y lo del aumento de impuestos por hijo lo deja claro. Pero les insisto, no hay para que atolondrarse. A veces es mejor hacerla a lo chileno… lento, tranquilo, porfiado y disfrutando el proceso, antes de cambiar completamente de objetivo. Agotar opciones es la consigna muchachos. Hay 6 mil millones de personas en el mundo y la mitad son mujeres.