jueves, 1 de octubre de 2009

Las azoteas de Buenos Aires III : El accidente


Desperté y tuve dos sensaciones inmediatas. La primera, ya familiar, era un dolor de cabeza estratosférico, por lo que me dediqué inmediatamente a reconstruir mentalmente la noche anterior. Mientras estaba en eso, la segunda sensación se hizo patente. Luego de algunos intentos de incorporarme a la verticalidad, me di cuenta que no me podía mover. Mis brazos, pegados a los costados, sólo podían hacer un pequeño movimiento de hombros y mis piernas, estiradas a toda su extensión, estaban apretadísimas.

Toda esta cavilación debe haber durado una décima de segundo, pero cuando abrí los ojos el panorama se puso mucho más negro, literalmente. Todo estaba oscuro, oscuro como la noche sin luna, oscuro como la boca del lobo. Traté de mirar hacia abajo (no podía moverme mucho) y no veía nada, aunque sabía y sentía que mis pies estaban ahí. El terror me entró cuando logré mirar hacia arriba, porque alrededor de un metro sobre m cabeza se veía un haz de luz. Tragué saliva y seguí intentando resolver mi situación surrealista.

Escuchaba ruido de calle: buses, autos, bocinas, gente y toda esa melodía asfáltica, pero era extraño, como si estuviese dentro de una caja. Y cuando me percaté de esos ruidos sordos fue cuando llegué a mi conclusión terrorífica. Era lógico y todo calzaba: no me podía mover, mis pies apuntaban hacia la oscuridad y mi cabeza hacia la luz, escuchaba un ruido sordo y lo más importante, después de esa noche, cualquier cosa era posible.

¡Mierda! Me caí a un hoyo, esto me pasa por borracho. No tomo más en mi vida. ¿Me habré quebrado algo? No, estoy bien, no me duele nada, sin contar la cabeza y la garganta, pero eso es culpa del cigarro. ¿Y los demás? ¿Sabrán donde estoy? ¿Tendrán sus propios hoyos también? ¿Alguien vendrá a sacarme? ¿Cómo cresta me caí a un hoyo? Me voy a morir en otro país. Por lo menos me morí carreteando. Si me muero mi mamá me mata. Les cagué el viaje a mis amigos. Esto me pasa por curarme en una azotea, siempre supe que el suelo es más seguro. ¡Por la cresta, me caí a un hoyo!, pensé en una fracción de segundo.

Sentía que en cualquier momento comenzaba a escuchar “tini nini tini nini tini nini” y Rod Serling diría “Tenga cuidado donde pisa. Uno nunca sabe cuando puede encontrarse en la dimensión desconocida”. No era la Dimensión Desconocida. Era una azotea sobre el segundo piso de un hostal en Buenos Aires, que había sido el escenario de un tremendo carrete la noche anterior y que a la mañana siguiente parecía ser mi tumba. Tenía 19 años recién cumplidos y decidí que mi vida no podía terminar ahí, en un hoyo y con resaca. Finalmente, dejando las lamentaciones atrás, decidí hacer lo único que se me ocurrió en ese instante: Gritar como condenado.

-¡Ayuda! ¡Sáquenme de acá! ¡Me caí a un hoyo! ¡Soy muy joven para morir! ¡Ayudaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!- gritaba con todas mis fuerzas, como si de eso dependiera mi vida. De pronto, sentí mi nombre, una voz conocida y risas.

-¡Toño! ¡Toño! ¡Tranquilo! (y risas por montones)- me decía Nicolás mientras su voz se sentía cada vez más cerca- Tranquilo, yo te saco, pero cuando cuente tres tú giras- le entendí entre risas.

-¿Giro?- pregunté desencajado.

- Si poh, gira. Uno, dos, tres…

Continuará…

4 comentarios:

ToÑo dijo...

siempre he querido vivir la vida surrealistamente, pero a veces pienso en que para eso están los sueños... claro, yo nunca me acuerdo de los míos.

Paulina Fernández Foucher dijo...

Girar?? dónde cresta estabas?

no te demores tanto en actualizar po!

Besos!

felipe dijo...

casha que no me acuerdo de esa wea :S... debe haber sido el copete ... ese wn siempre nos juega una mala pasada...

Paulina Fernández Foucher dijo...

yaaaaapo y cuándo???

estoy empezando a creer que te estás tomando el tiempo para inventar un buen remate =P jajajja