jueves, 2 de febrero de 2012
Elipsis
domingo, 8 de enero de 2012
Una de café y tres de azúcar
martes, 1 de noviembre de 2011
De ausencia y atardeceres
viernes, 5 de agosto de 2011
Este país
Este país es una pena.
Este país es un chiste malo, cruel y repetido.
Este país es una farsa.
Este país no es un país.
Este país es una mala idea.
Este país es una broma de mal gusto.
Este país es un escalofrío.
Este país es una trampa.
Este país es un triste intento.
Este país es una patada en los cocos.
Este país es una arcada.
Este país es un error.
Este país es una tragedia.
Este país es una traición.
Este país es un piedrazo en los dientes.
Este país es su gente.
Alguna gente.
Con eso me quedo.
domingo, 13 de junio de 2010
Falsas alas
Pero vuela con la culpa de las que se arrastran.
Las plumas pomposas acusan su real naturaleza.
Esa que nace entre polvo, sombras y sangre fría.
Vuela el pájaro que creí serpiente.
Pero sólo se arrastra entre las nubes.
Mientras el sol acusa sus escamas.

martes, 13 de abril de 2010
I hurt myself today...
Afortunadamente, la ambulancia y su señora llegaron antes que nosotros y no lo vimos si no hasta el hospital, con unos cuantos moretones, la clavícula rota y la frente magullada por los lentes que reventaron dentro del casco por el golpe que se dio en el suelo. Y digo afortunadamente porque pudo haber sido mucho peor, pudo haberse matado. Pero no, y va a vender la moto. Al final, el mayor problema fue explicarle a los pacos el por qué no tenía licencia. Claro, eso y la maldita venda que te ponen para que se te pegue el hueso de nuevo.
Lo mío, claro está, fue mucho menos glamoroso, por decirlo de alguna forma. Jugaba mi primer partido de la temporada por la selección de fútbol de mi carrera y no llevaba en la cancha ni cinco minutos cuando fui a buscar una pelota y un tarado me hace una zancadilla y como si no le bastara con eso, cae sobre mí. Además de los moretones horribles, las heridas llenas de tierra y sangre y el brazo hinchado, me había quebrado la clavícula izquierda.
Me pasé todo un mes postrado, con la maldita venda que me acalambraba los hombros, el cuello y la espalda; que me cortaba la circulación de los brazos y me rompía las axilas porque mi enfermera personal (mi madre que es enfermera de verdad) la apretaba demasiado ya que tenía que estar, en sus palabras, “lo más derecho posible para que no te quede un cototo”. Las fracturas no duelen, a menos que uno las mueva mucho, pero la venda estaba para eso, para no moverse. Eran los moretones los que me hacían sufrir. Y claro, los calambres musculares por la tensión en los hombros y el cuello.
El accidente de mi primo me hizo recordar mi clavícula, y mi clavícula me hizo recordar la infinidad de cosas que me han pasado. Me he quebrado el antebrazo izquierdo dos veces, ambos huesos, y en ambos ocasiones fue jugando fútbol. Cuando era pequeño, me electrocuté con un Nintendo que enchufé mal y la palma de mi mano izquierda aún muestra la señales de eso. Me mordió la pierna el perro de mi vecino, dejándome un colmillo de proporciones en medio de mi gemelo derecho, con los puntos y las inyecciones correspondientes. Aunque lo mejor de esa historia es que el perro (que se llamaba Dinky), se murió unos pocos días después, envenenado por mí sangre.
Antes de cumplir los diez años ya me había metido una piedra en la oreja, me había tragado una moneda y me había corcheteado el dedo gordo de la mano. Era sin duda un amor de niño. Sumándole a eso las clásicas peladas de rodilla, cabezazos varios, uno que otro puñete en la cara, esguinces y luxaciones, normales en la vida de alguien que alguna vez fue deportista, algo sabía ya acerca del dolor. Pero nada, absolutamente nada fue más terrible que el dolor que me causaron dos malditos dientes… Ni se imaginan lo que les voy a contar.
viernes, 2 de abril de 2010
El ocasional estallido de la risa
great chasm of misery.
Rudy Holt: ... Youve had better.
Henry: Life is nothing but the occasional burst of laughter rising
above the inerminable wail of grief.
Rudy Holt: Thats my favorite.
Henry: It lives in truth, thats why.

Henry: Youll be fine. Well both be fine Rudy.
Rudy Holt: Thats life Henry.
Henry: Yep.
Rudy Holt: You know what life is?
Henry: Life is a horrible little giggle in the midst of a forced
death march towards hell.
Rudy Holt: No it isnt.
Henry: An interminable wale of grief...
Rudy Holt: No. Life is a single skip for joy.
Henry: I know.
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Yo ando saltando por estos días, esperando que no sea un simple eco. ¿Y tú?
Dedication... véala si quiere. Grandes personajes para una historia media fome sobre miedos infundados a ser feliz... ¿le suena conocido?
miércoles, 24 de marzo de 2010
Una vieja y una nueva
Crujía
Después de la lluvia, la casa cruje como si se reacomodara luego del aguacero
como si se estirara en dirección al sol
Vigas ilusionadas, buscando lenta, pero constantemente, lo que negras nubes les escondieron
como las flores, desnudadas por la lluvia, que buscan vitalidad
Hoy, que el sol seca los charcos con una presencia implacable, te vi caminar, sonriente por la calle
un ruido profundo me detuvo y pensé que los truenos anunciaban tormenta
Pero el sol no pensaba retirarse y las nubes negras estaban entristeciendo otros lugares, lejos de acá
era mi alma que crujía, se estiraba, tratando de alcanzarte.
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Recuerdos accidentales
Pensó de pronto que debía haber pasado por su casa y que eso de no verse hace años nunca fue una excusa válida. Hace años que no jugaba un partido y las ganas de hacerlo no desaparecieron jamás, al igual que el dolor de rodilla. Pensó también, en medio de ese silencio sordo, que hacía mucho tiempo que no se recostaba a mirar el cielo como ahora, que a pesar de brillar como nunca, ya comenzaba a teñirse de rojo. A lo lejos, el ruido de las sirenas se acercaba raudo. Cerca, el dolor y la luz se perdían paulatinamente.
sábado, 26 de diciembre de 2009
A mí no me canta Marilyn

Estuve de cumpleaños. Es raro estar de cumpleaños. Otra de esas cosas en la vida que nunca son como te dijeron que eran. Extrañamente, y quizás por alguna deformación infantil de la que los padres son culpables, uno cree que debe estar entre los 5 mejores días del año. Craso error.
No sirvo para estar de cumpleaños. Nunca he tenido la capacidad de levantarme y decir: “Ok, voy a hacer de este día un buen día”. Generalmente sólo pasa, de la misma forma en que pasan los días de mierda. Cualquier plan es infructuoso, deprimente y desilusionante. Y claro, siempre es iluso pensar que un día donde eres el centro de atención, al menos en tu círculo u octágono más cercano, podría resultar si quiera interesante.
Cumplí 24 años y debo llevar cerca de 14 tratando de encontrar algo que hacer mientras te cantan con las llamas diminutas de las velas amenazando tus cejas. Mirar la torta, leer lo que dice, mirar a los que te rodean mientras cantan una canción imposible de cantarse afinadamente, sobarte las manos, cantar de repente, desafinar, dejar de cantar, sonreír, rascarte la cabeza, decir gracias mil quinientas veces con un tonito estúpido y aún no termina la canción. Termina, abrazos, otras mil veces gracias. De verdad me intriga que la canción de cumpleaños sea tan fea.
Por suerte, tengo una hermana melliza y puedo hacer como que le canto a ella y me ahorro ese momento incómodo. Pero después vienen las fotos. ¿Qué fotos hay que sacar para un cumpleaños? Como mi cámara es la que se usa siempre, soy siempre el que saca las fotos y para los cumpleaños es siempre lo mismo. Fotos de la torta, del que la sostiene, del cumpleañero con cara de “qué cresta hago mientras me cantan, mejor sonrío” y abrazos. Las fotos de abrazos son horribles. Si se te llega a ver la cara, sales con los ojos cerrados, cierta mueca de pena en la boca y las cejas levantadas. Espantosamente mal. No hay buen ángulo para una foto de un abrazo.
En mi casa, y supongo que en varias, se celebran los cumpleaños el día anterior, para esperar las doce y cumplir con el ritual de las sonrisas y las fotos con mal ángulo. Eso hace que el día de tu cumpleaños no sea muy interesante. En el cine puedes entrar gratis a ver una película, pero ninguna que sea estreno. Que estafa. Pero así como se celebran las tragedias, uno debe recordar el día en que llegó a este mundo bañado en entrañas. Es una forma de decirle al culpable que no hemos olvidado la que nos hizo.
Por esto, el día de mi cumpleaños hago una fiesta e invito a todos los que se me ocurra. Porque si la gente lo pasa bien, por osmosis uno debería tener un buen rato. No importa ser el mozo en jefe de tu fiesta, ni que algunos de los que querías que estuviesen ahí no estaban, o al revés, o que ella se haya ido temprano, o que lavaste vasos hasta las 10 y media de la mañana, o que se llevaron a tus amigos presos por abrir una cerveza en la micro, o que al día siguiente es navidad y tienes que estar presentable aunque se te caiga la cara a pedazos. Como dice mi amiga Vero, si tú eres feliz, yo soy feliz.
Gracias a todos los que hicieron de ese día un buen día. Es lindo ver como la gente que te quiere trata de hacerte las horas menos incómodas y más interesantes. Gracias por los regalos a los que trajeron, creo que este año hubo varios muy dedicados y eso sorprende y se agradece. A los que no, no importa. Les llevaré alguna botella de algo para sus cumpleaños y me las tomaré yo mismo. Difícil es encontrar un regalo que valga más que mi presencia ¿no?. ¿O no? ¿Ah?.... ¿No?
Como cada año, las expectativas no fueron cumplidas. Pero si debo hacer aspaviento de la sabiduría acumulada en estos 24 años, debo decir que las expectativas están sobrevaloradas. Igual que los cumpleaños.
viernes, 11 de diciembre de 2009
Nuevo Proyecto
El blog anterior seguirá vivo, pero con un formato distinto, algo que quería hacer hace tiempo pero que por ahora descansaba entre cuadernos y servilletas. Vísítelo.
jueves, 10 de diciembre de 2009
Estado de Intemperancia

Pero en esta ocasión lo vale. Fueron años de buscar un buen nombre que me llenara, que englobara un concepto, una idea. Tenía que ser un lugar amplio, pero que no perdiera el hilo de una serie de historias que si bien parecen al azar y antojadizas, no son más que el escamoteo de un libro, escenas de una película, palabras de una oración que está en proceso.
Todo partió con el “escri-viviendo”, que con el paso de los años se me hizo demasiado cursi, aunque no deja de verse entretenido, por eso aún lo conservo. Luego, “ynoeraunapipa” me pareció interesante y sugerente. Un nombre que plantea un desafío, que tiene una historia más allá de esas cinco palabras sin espacio entre ellas. Pero siento que pequé de pelotudo. Ese típico wueón que habla de cuestiones trilladas haciéndose el interesante. Y no es que no lo sea, pero no hay para qué hacerlo patente en una dirección electrónica.
¡Estado de Intemperancia! ¿No les suena genial? ¿Notan el juego de palabras? No pude evitarlo. Conversaba con una chica sobre un video poco digno de nuestras personas en una noche santiaguina cuando comenté lo divertido de su estado de intemperancia, refiriéndome a los efectos de los brebajes dionisiacos en la mente humana y el sistema nervioso central cuando vi esas tres palabras escritas. Pensé inmediatamente en este blog. Corrí por Internet para ver si a nadie se le había ocurrido y fui feliz cuando mi cambio de nombre fue aceptado. Lo había encontrado.
La intemperancia es la falta de Templanza, una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la Justicia, la Fortaleza y la Prudencia. La templanza es la capacidad de manejar los impulsos que nos atraen a los placeres terrenales, es la razón sobre los instintos. Y es que esto se ha transformado en una misión complicada. Si no lo fuese, este blog no existiría, por lo de más.
Así que, ante la muerte del Estado-Nación y la dictadura del racionalismo y la vida moralista y políticamente correcta, bienvenidos al Estado de Intemperancia. Ensucie sus pies antes de entrar.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Me quedo con la princesa
Los chinos son exagerados para todo. Es el país más grande de Asia y el más poblado del mundo, con más de 1.300 millones de habitantes. Son el cuarto país más extenso, después de Rusia, Canadá y Estados Unidos, pero les aseguro que se encargarán de eso luego. También es la nación con más países fronterizos, con catorce vecinos y el más exportador de este año que se nos escapa. Suma y sigue.
Si a alguien se le ocurre inventar algo, los chinos lo hacen más barato, en mayor cantidad y la mayoría de las veces más pequeño. Y qué decir de la muralla China. Ya lo dije, los chinos son exagerados para todo, pero esta vez se superaron.
Es cierto que en términos de relaciones no se puede decir que lo mío sea exitoso, hace mucho tiempo que este aspecto de mi vida no deja de definirse desde la anécdota. Pero les digo, amigos chinos, no es para tanto.
Yo los entiendo. Ustedes son prácticos y lo del aumento de impuestos por hijo lo deja claro. Pero les insisto, no hay para que atolondrarse. A veces es mejor hacerla a lo chileno… lento, tranquilo, porfiado y disfrutando el proceso, antes de cambiar completamente de objetivo. Agotar opciones es la consigna muchachos. Hay 6 mil millones de personas en el mundo y la mitad son mujeres.
domingo, 22 de noviembre de 2009
Jamás famosos

Por eso la sonrisa me duró días cuando la Pili me dijo que Russell Hammond le recordaba a mí. No sé a qué se habrá referido, pero debe ser uno de mis personajes favoritos en el universo cinematográfico. Así que gracias Pili, me alegraste un día, o varios.
Esta es para ti.
La canción es Tiny Dancer de Elton John y sale en la película.
sábado, 21 de noviembre de 2009
Vida de perro
Tenía nueve años cuando conocí a Imay, y fue el único amor a primera vista que he tenido. Ella tenía siete meses cuando la abracé por primera vez y había llegado con una misión: opacar la pena que teníamos por culpa del atropello del Kimba, un perro medio Pastor y medio nada que mi hermana y yo habíamos recogido mientras andábamos en bicicleta por Peñablanca. Le dimos todo el jamón que mi mamá había comprado y luego de retarnos nos dijo que podíamos quedarnos con él.
Dos cosas no olvidaré nunca de ese primer encuentro. Primero, y a la distancia, el pelaje de la Imay parecía una de esas flores que uno sopla para pedir un deseo y se pierden, convertidas en pequeños pistilos por el aire. Con la lengua afuera y su pelo blanco y negro deshaciéndose y flotando, la vimos llegar en la parte de atrás de la camioneta, recién salida de la peluquería. Lo segundo fueron sus ojos. Blancos en el centro y azul cielo en el contorno, es lo que más me gusta de ella.
La primera vez que la llevamos al veterinario, el tipo nos dijo que nunca había visto un perro así. Creía en las reencarnaciones y cuestiones místicas y nos dijo que la Imay debía estar muy cerca de volverse humano y quizá no estaba tan equivocado. Era un tipo extraño, sin duda, pero con el paso del tiempo le fuimos dando un poco de crédito, por lo menos en que no es un perro normal.
Los siberianos rara vez ladran o muerden, no están hechos para eso. Pero la Imay se crió con dos perros de la calle, que le enseñaron bastante. Ella venía de una familia acomodada, con padres que ganaban concursos y salían en comerciales. El Kasan y el Kimba (segundo) venían quien sabe de donde, y sabían poco de estirpe. Con ellos aprendió a correr detrás de los colectivos, a ensuciarse, a cazar palomas y ladrar, muy fuerte por lo demás, y más ronco que cualquier otro perro que haya escuchado. A veces, y no les miento, es como si hablara.
La Imay ya tiene 15 años y le queda poquito. Ya no se escapa cada vez que queda la puerta abierta, ni le gusta salir a dar paseos. A veces le ladra al suelo y parece que está media sorda. La he tenido que recoger varias veces de la escalera, porque sus patas ya no son las mismas, y eso que nunca le tocó arrastrar un trineo por Siberia, sólo a mí y a mi hermana, cuando los rollers estaban de moda y la Avenida San Martín era el lugar para lucirlos. Pero sus ojos son los mismos, azules y expresivos, y todavía pone su cabeza en la pierna de alguien cuando quiere comida.
La voy a extrañar cuando ya no esté y será pronto. No quiero verla sufrir y ya me da mucha pena cuando hay que recogerla del suelo porque se le doblan las patas. Me da pena también que no pudo tener cachorros porque tenía un tumor en el útero, y me da pena también que haya sufrido toda su vida ataques de epilepsia. Le ha tocado duro a la pobre, pero sé que ha sido feliz.
Lo que más voy a extrañar de la Imay, cuando ya no esté, son los escándalos que hacía cada vez que me veía abrazar a alguien. Se ponía celosa, de unas más que de otras y tenía buen ojo, debo decir, ninguna le gustó mucho.
Todo esto fue porque quería contar que me sorprende que haya aprendido a ladrar bajo el alero de dos atorrantes, y que es algo que yo también debería hacer. Debería ser como ella y aprender por necesidad, por adaptación, supervivencia. Pero ella no ladra, hace como que ladra. Quizá no somos tan distintos.
martes, 3 de noviembre de 2009
Pensamientos al aire y a todo ritmo
Release- Pearl Jam: "Si alguna vez hiciera una película y tuviera que filmar una escena en que amanece, esto sonaría de fondo".
Listen up- Noel Gallagher: "No me importa estar solo... repite, no me importa estar solo".
Black- Pearl Jam: "Es una de esas que siempre se escucha como por primera vez".
Valley of the low sun- Jackob Dylan: "Tengo que copiar este disco porque lo prometí y porque todo el mundo debería tenerlo".
Panic- The Stills: "Siempre gasto más de lo que tengo, en todo sentido. Pánicoooooo !!!".
Dinosaurs- The Stills: "Los dinosaurios no tenían bolsas plásticas ni aerosoles y se extingieron igual. Supongo que es parte del plan y punto".
Even Flow- Pearl Jam: "Hay que ensayar, lástima que no me de para esta".
Don´t let me be misunderstood- The Animals: "Yo prefiero que no me entiendan, o que lo hagan sin decir nada".
Man called sun- The Verve: "Conozco varios soles de invierno".
Where the geese go- The Verve: "Algún día tendré un ganzo. Dicen que son buenos guardianes"
The story of bo diddley- The Animals: "Bo Diddley era un grande, por algo le decían "The Originator", estoy seguro que murió hace poco".
Lucky Man- The Verve: "No hay hombres con suerte y con fuego en el pelo. Pregúntenle a Michael Jackson".
The butterfly collector- Paul Weller: "Hay una versión de Weller de Instant Karma de Lennon que es notable".
The importance of being idle- Oasis: "Liam debe saber un secreto demasiado terrible de Noel como para que lo haya dejado cantar en Oasis".
What am i living for- The Animals: "Aceptar que hay gente que no te quiere es una necesidad inminente".
Make it till monday- The Verve: "Cada viernes pienso si llegaré hasta el lunes, jajaja. En serio".
On your own- The Verve: "Otra de mis favoritas".
Rearviewmirror- Pearl Jam: "Claro... mirando para atrás las cosas se ven más claras... siempre".
Never wanna see you cry- The Verve: "Todas las lágrimas tienen la profundidad del mismísimo mar y la esencia fugaz de un pequeño charco condenado por el naciente sol".
Play. Aquí me bajo...

viernes, 23 de octubre de 2009
Sánese usted mismo

lunes, 19 de octubre de 2009
Las azoteas de Buenos Aires IV: Uno, dos, tres... ¡Gira!

Para explicar el por qué Nicolás me dijo que girara hay que contar lo que pasó la noche anterior, o lo que recuerdo de ella. Ya llevábamos más de una semana en Buenos Aires y teníamos una buena relación con toda la gente del hostal, en su mayoría extranjeros. Nos quedaban pocos días y sabíamos que cada noche había que aprovecharla como si fuera la última. Y así lo hicimos. Nos levantamos tarde, como todos los días. Almorzamos pizza y cerveza, como todos los días. Nos bañamos tarde y nos preparamos para salir de carrete… como todos los días.
No recuerdo donde fuimos esa noche, pero las posibilidades no son amplias. Lo medular es que terminamos en la azotea del hostal y fue, probablemente, la mejor noche de todas. El hostal estaba lleno de europeos y gringos, por lo que me dio la impresión de que éramos la atracción del momento, aunque nosotros nos sintiéramos igual de extranjeros que ellos. Todos conversaban dispersados por el techo. Algunos en francés, otros en inglés o portugués y luego, alcohol de por medio, todos hablábamos el idioma universal.
Felipe y Nicolás se preocupaban de cultivar sus encantos con gringas, alemanas, argentinas, peruanas, guatemaltecas e irlandesas con el idioma internacional de la conquista, porque de inglés, poco y nada. Por otro lado, Rafael ya había tocado todo su repertorio de música latinoamericana con mi guitarra, que fue el sexto pasajero de ese viaje, y que terminó con una cuerda cortada luego de que un francés medio homo tratara de tocarnos una canción de despedida y nos besara en la frente mientras dormíamos. Después de la cuarta versión de La Fiesta de San Benito, que emocionaba a nuestro compañero de cuarto italiano hasta las lágrimas, el repertorio apuntaba a algo más conocido y global, como Creep de Radiohead.
Ahí me di cuenta que nos sabíamos mejor la letra nosotros que los gringos, pero por lo menos podíamos cantar todos juntos. Entre la multitud también estaba David Bowie. Así le decíamos al inglés alto, flaco y rubio que vivía en el altillo del hostal hace meses y que tenía una pinta de asesino en serie inconfundible. Algunas noche antes se había ganado un corte en la ceja al recibir un puñetazo de un gringo que defendió a su conquista de esa noche, luego de que Bowie se pusiera a discutir con ella sobre quizá qué tema y terminara su discurso con un escupo en pleno rostro de la linda gringa. Por eso, esa noche Bowie andaba callado y tranquilito.
Felipe había invitado a una guatemalteca y su amiga peruana a carretear en la terraza ese día. Las había conocido en el Kilkenny. Mientras tanto, Javier y yo le hacíamos los coros a Rafa, guitarreábamos de vez en cuando, conversábamos con algún otro viajero, nos llenábamos de Quilmes o nos reíamos de Nicolás mientras le preguntaba a un israelí con pinta de cadáver de mendigo si en su país había comida. Y así transcurrió esa noche, entre conversaciones intrascendentes, cerveza en cantidades industriales, cigarros exageradamente fuertes, canciones trilladas, intentos de conquistas fallidos y otros más exitosos. En fin, pura buena onda. García-Canclini habría estado orgulloso de nosotros. Eso fue pura hibridación cultural.
La noche ya dejaba de serlo y todo se tornaba de un color azulino cuando la gente comenzó a marcharse, ya fuera a sus piezas o a sus casas, como la conquista centroamericana de Felipe o Xavier, el francés medio homo que hablaba como español y que carreteaba todos los días en el hostal, aunque no se alojara ahí. Lo último que recuerdo de ese día fue ver a Javier declinar de la fiesta por sentirse mal, luego de insistirle en que se fumara un cigarro conmigo (Javier no fuma).
Luego de todo esto desperté al día siguiente en un hoyo que no era hoyo. La verdad es que me quedé dormido en el techo y no supe más de mí hasta que abrí los ojos y no me podía mover.
-¡Toño! ¡Toño! ¡Tranquilo!- me dijo Nicolás- Tranquilo, yo te saco, pero cuando cuente tres tú giras.
-Uno, dos, tres- dijo Nicolás mientras yo contaba mentalmente.
Por mi estado y el de mis amigos, bajarme por la estrecha escalera que unía el segundo piso con la azotea era una tarea imposible, por lo que no se les ocurrió nada mejor que acostarme sobre una alfombra que había debajo de los sillones de la azotea y enrollarme para que el rocío no me mojara y no me resfriara. Estaba enrollado en una alfombra, según mis amigos, el lugar más seguro bajo esas circunstancias.
Sin duda será un viaje que no olvidaremos… o que recordaremos para siempre… lo que podemos recordar.
jueves, 1 de octubre de 2009
Las azoteas de Buenos Aires III : El accidente

Toda esta cavilación debe haber durado una décima de segundo, pero cuando abrí los ojos el panorama se puso mucho más negro, literalmente. Todo estaba oscuro, oscuro como la noche sin luna, oscuro como la boca del lobo. Traté de mirar hacia abajo (no podía moverme mucho) y no veía nada, aunque sabía y sentía que mis pies estaban ahí. El terror me entró cuando logré mirar hacia arriba, porque alrededor de un metro sobre m cabeza se veía un haz de luz. Tragué saliva y seguí intentando resolver mi situación surrealista.
Escuchaba ruido de calle: buses, autos, bocinas, gente y toda esa melodía asfáltica, pero era extraño, como si estuviese dentro de una caja. Y cuando me percaté de esos ruidos sordos fue cuando llegué a mi conclusión terrorífica. Era lógico y todo calzaba: no me podía mover, mis pies apuntaban hacia la oscuridad y mi cabeza hacia la luz, escuchaba un ruido sordo y lo más importante, después de esa noche, cualquier cosa era posible.
¡Mierda! Me caí a un hoyo, esto me pasa por borracho. No tomo más en mi vida. ¿Me habré quebrado algo? No, estoy bien, no me duele nada, sin contar la cabeza y la garganta, pero eso es culpa del cigarro. ¿Y los demás? ¿Sabrán donde estoy? ¿Tendrán sus propios hoyos también? ¿Alguien vendrá a sacarme? ¿Cómo cresta me caí a un hoyo? Me voy a morir en otro país. Por lo menos me morí carreteando. Si me muero mi mamá me mata. Les cagué el viaje a mis amigos. Esto me pasa por curarme en una azotea, siempre supe que el suelo es más seguro. ¡Por la cresta, me caí a un hoyo!, pensé en una fracción de segundo.
Sentía que en cualquier momento comenzaba a escuchar “tini nini tini nini tini nini” y Rod Serling diría “Tenga cuidado donde pisa. Uno nunca sabe cuando puede encontrarse en la dimensión desconocida”. No era la Dimensión Desconocida. Era una azotea sobre el segundo piso de un hostal en Buenos Aires, que había sido el escenario de un tremendo carrete la noche anterior y que a la mañana siguiente parecía ser mi tumba. Tenía 19 años recién cumplidos y decidí que mi vida no podía terminar ahí, en un hoyo y con resaca. Finalmente, dejando las lamentaciones atrás, decidí hacer lo único que se me ocurrió en ese instante: Gritar como condenado.
-¡Ayuda! ¡Sáquenme de acá! ¡Me caí a un hoyo! ¡Soy muy joven para morir! ¡Ayudaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!- gritaba con todas mis fuerzas, como si de eso dependiera mi vida. De pronto, sentí mi nombre, una voz conocida y risas.
-¡Toño! ¡Toño! ¡Tranquilo! (y risas por montones)- me decía Nicolás mientras su voz se sentía cada vez más cerca- Tranquilo, yo te saco, pero cuando cuente tres tú giras- le entendí entre risas.
-¿Giro?- pregunté desencajado.
- Si poh, gira. Uno, dos, tres…
Continuará…
jueves, 24 de septiembre de 2009
Las azoteas de Buenos Aires (segunda parte)

Kilkenny era el lugar de moda y eso tenía sus consecuencias, pero también sus ventajas. La primera vez que llegamos la cola era interminable y el calor adentro insufrible. Comprar un trago era una odisea de treinta minutos y luego de tres horas de pie, con la gente apretándote, las fuerzas parecían desfallecer. Hasta que una mirada a la derecha te ponía frente a frente con un culo poético, un escote inmoral, una cintura imposible o un rostro de esos que son tan lindos que estoy seguro que les duele la cara. Esas eran las ventajas.
Sin embargo, por esa época yo vivía la primavera de un amor que comenzaba y que iba a durar bastante, por lo que mis ojos estaban atrofiados para tanta belleza. Lo que me hace pensar en la increíble levedad del sentimiento… pero eso es para otro día. Felipe, Javier, Rafael y Nicolás no estaban en mi situación, aunque unos tuvieron más suerte que otros. Como siempre, Felipe fue el mejor exponente de la seducción chilena, extendiendo su fama sobre las fronteras con algunas argentinas, peruanas, gringas y guatemaltecas. Sí, guatemalteca.
Los precios en el Kilkenny no tenían gran diferencia a lo que se paga hoy acá por un ron o una piscola (que allá no existen, claramente, o eso creíamos), bordeando los 10 pesos argentinos. Pero nuestras perspectivas en esa época era muy distintas a lo que son ahora. Tres o cuatro mil pesos en un copete era demasiado para nosotros, considerando que nuestros carretes por esos años se resumían a sentarnos en cajas de cerveza en algún local maloliente de Valparaíso y aprovechar la promoción de 3x1, lo que nos permitía llegar en calidad de bulto a nuestros hogares por menos de tres lucas. ¡Qué bellos tiempos!
Pero esa semana era distinta. Habíamos ahorrado lo suficiente para no morir de hambre y la situación que vivía Argentina por esos días de incipiente reactivación económica nos caía como anillo al dedo. No desayunábamos porque nuestro día comenzaba alrededor de las 4 de la tarde, luego de recuperar el conocimiento, porque a eso no se le puede llamar despertar. Almorzábamos siempre lo mismo, pizza y cerveza, excepto Rafael, que se levantaba escondido para darse un festín en el restaurante de enfrente, mientras nosotros luchábamos como animales por el último pedazo de pizza.
Cuando no íbamos al bar irlandés, el Chachachá era nuestro destino. Algo más parecido a lo que estábamos acostumbrados, este barzucho medio clandesta era oscuro, con algunas luces de neón, una barra improvisada y música a todo volumen. Eso sí, la vista no era la misma, pero el bolsillo lo agradecía.
A pesar de lo que nos ofrecía la fiscalizada bohemia bonaerense, sigo insistiendo que el escenario principal de ese viaje fue la azotea del hostal, donde vi por primera vez a Javier fumarse un cigarro completo, a Felipe unir fuerzas con un potencial ex convicto estadounidense para conquistar a una mina, a Nicolás balbucear el peor inglés que he oído en mi vida y a rafa tocando por horas La fiesta de San Benito mientras a Mateo, nuestro compañero de pieza, se le llenaban los ojos de lágrimas.
Y por su puesto, donde casi perdí la vida por caerme a un hoyo…
Continuará…